
En los tiempos libres se dedicaba a colaborar con la parroquia como sacristán gratuitamente. Su ilusión era poder ahorrar algún dinero y poder comprar objetos de la iglesia o alguna imagen.
Con sus pequeños ahorros pudo comprar la imagen de San Pedro Arrepentido que aún guardamos y que desfila en nuestra Semana Santa.
Para conseguir esa imagen le tocó hacer un enorme sacrificio trabajando día y noche.
Cuando su trabajo oficial se lo permitía, siempre estaba en las cosas de la iglesia. Nadie puede decir que Bautista se metiera en cuestiones políticas o tuviera diversiones absorbentes.
En cierta ocasión que iba de su casa a una ferretería a comprar algún material para su trabajo, desde un bar fue avistado por unos desalmados que se llegaron a él tomándolo como objeto de burla y diversión para acabar matándolo.
Es la versión oída a mi padre y a otras personas que fueron testigos de tan ignominiosos hechos. Conseguí hablar con el chofer que le condujo al cementerio después de martirizarlo en el templo parroquial: me contó que a cierta distancia presenció los malos tratos que le daban, y que oyendo los gritos de dolor y ayes lastimeros del pobre sacristán moribundo, les gritó diciendo: "¡Ya está bien, no le hagáis sufrir más, acabad de una vez!
Según la hija del sepulturero, los milicianos aquellos le obligaron a cavar su tumba, lo metieron dentro y dijeron al sepulturero que lo cubriera o tapara, pero éste se negó a enterrar a una persona que aún estaba viva. Con todo, siguieron martirizándolo hasta acabar enterrándolo con vida.
Es cuanto guardo en mi memoria y puedo contar.