De una forma u otra, "Desamparados" o "La Parroquia", los huertanos del occidente de la Región Valenciana, distinguen a una población, a un pueblo en continuo crecimiento nacido en torno a la advocación de Nuestra Señora de los Desamparados.
“La Patria valenciana” ama ardientemente a la Virgen con tan dulce título, por eso cantan “S´ampara baix ton mant”. El verde manto de sus fértiles tierras limitan su territorio honrando a María con todo un pueblo que lleva su nombre en la Vega del Segura: “Parroquia de Ntra. Sra. de los Desamparados”.
Allí, en el pueblo-frontera de Aragón con Castilla, marcado por los clásicos “mojones”, nació José Carrillo Ruiz el día 12 de mayo de 1909 bautizado al día siguiente en su templo parroquial.
Hijo de Juan y Francisca, tercero de nueve hermanos. Familia numerosa, sin subsidios ni Seguridad Social de ningún tipo, convencidos de que cada hijo viene al mundo con un “pan bajo el brazo”. Familia pobre, con cuatro taullas de tierra, once personas más los abuelos para comer... Toda la familia debía trabajar a jornal en las labores de la huerta para ganar el pan de cada día, recogida de naranjas, pimientos, o siembra y recolección de patatas, etc.
No era este un pueblo de ricos, la agricultura daba para poder subsistir y muchas veces ni para eso; las frecuentes inundaciones del Segura destruía muchas esperanzas.
En este ambiente de pobreza y de trabajo, de fe vivida y compartida, de poca escuela pero mucha honradez casera y tradicional, creció José Carrillo.
Pronto, como sus hermanos, empezó a sudar para comer, sin defensa de la niñez esclavizada que cantaba Miguel Hernández.
Se hizo un joven fuerte, duro ante las dificultades.
Corría en bicicleta, era un buen “cantaor”, en el pequeño casino rural frente a la iglesia, servía de conserje y camarero, y echaba una mano al Señor Cura, del que era vecino, cuando la necesitaba, pues era de Acción Católica.
Con su carro y su borrica repartía agua potable del Pozo de “Los Roca” por las casas del pueblo y de la huerta. Cuando le quedaba tiempo, arrimaba materiales con su carro, o trabajaba de albañil en la construcción de la Granja Modelo, hoy Facultad Universitaria Agrícola.
La situación política nacional, dando bandazos, llegó a cristalizar en la Segunda República y con ella, tras el 14 de abril, la persecución a la Iglesia.
Fue en su tiempo cuando estando los fieles cantando el Trisagio de las XL Horas, un grupo incontrolado de envenenados alborotadores, irrumpió en el acto creando confusión y poniendo en fuga a los pacíficos presentes.
Llegado el 18 de julio de 1936, en Orihuela ardía la hoguera con sus más bellas, valiosas y veneradas imágenes, y en la Pedanía de Los Desamparados se hizo otro tanto.
A primeras horas de la tarde del día 20 de octubre del año indicado, llegaron unos milicianos a casa de José Carrillo preguntando por él; les dijeron que se encontraba trabajando en las obras de La Granja Modelo, allí fueron y se lo llevaron. “¿A dónde lleváis a mi hijo? (preguntó la madre, que sospechando siguió a los milicianos) dejadle que se ponga ropa limpia”.
Vuelve pronto, contestaron. Ya no lo vio más.
A la mañana siguiente, muy temprano, fueron sus padres a preguntar por él a la cárcel preventiva de Orihuela (Colegio de Jesús y María) y nada les dijo el guardia de puerta.
Una señora, que observaba la escena desde la ventana de enfrente, llamando a la madre le preguntó por las señas de su hijo y al coincidir con lo que ella había visto, le dijo que en la tarde anterior había observado que lo subían a una camioneta y que uno de aquellos guardias, le había dado un culatazo cuando montaba.
La escena es de imaginar, los padres lo dieron por muerto y, bañados en lágrimas volvieron a su casa.
La noche anterior lo habían matado en la cuneta de la carretera de Alicante a Murcia, término de Santomera, junto al cauce de la Rambla.
Hablaron los testigos: “Un grupo de muchachas de 15 a 17 años, enteradas de que había un joven, guapo, de cabello negro, abundante y ondulado, muerto junto a la Rambla, fuimos a verlo. Estaba tirado en la esquina de un bancal de pimientos. Un círculo amplio de matas destrozadas, indicaba que había sufrido moviéndose medio muerto”.
Otro: “Le dijeron que empezara a cantar porque viviría mientras cantara. Seguramente, cuando paró de cantar, le dispararon y cayó”.
Otro: “Le dispararon y se desmoronó, pero al darse cuenta de que aún estaba vivo, volvieron y lo remataron”.
¿Por qué lo mataron si no era político, y todo el pueblo lo apreciaba?:
Era una buena ficha para eliminarlo: Hijo de una familia muy religiosa, conocida y estimada por el pueblo; amigo del párroco, de Acción Católica, ayudante asiduo en la iglesia. José nunca había ocultado ni disimulado su fe, ni se había quitado del cuello la cruz y medalla de la Virgen. Sin duda, fue elegido para escarmentar con su muerte a todo el vecindario.
Fue un asesinato selectivo, ejemplarizante.
Cuando tantos, hoy disimulan o esconden sus sentimientos religiosos, viene bien tener a la vista estos valientes ejemplares.