TESTIGOS DE LA FE - PRIMERA PARTE



El día 2 de febrero de 1936, el vecino de Orihuela José García Cabrera, con domicilio en la Calle Colón N° 3, publicó la hoja de propaganda pre-electoral, que a continuación trascribimos del archivo del Ayuntamiento de Orihuela

 LA COMISIÓN HISTÓRICA
UNA ESTADÍSTICA QUE NADIE PUEDE CONTRADECIR"
Más de un millón y medio de fusilamientos
Después del pacto electoral de los socialistas y comunistas, las izquierdas burguesas están prisioneras de los que querían hacer lo mismo en España:
  • Estamos decididos a hacer en España lo mismo que se ha hecho en Rusia” (Del periódico “El Socialista”)
  • El plan del socialismo español y del comunismo ruso es el mismo” (Del periódico “El Socialista”)
  • En el mitin comunista del “Gran Price” de Barcelona, uno de los oradores, Antonio Mizé dijo: “El pacto de los comunistas con la izquierda ha sido dictado en Moscú".

    ESTADÍSTICA QUE NO PUEDE SER NEGADA POR NADIE
    Fusilamientos que hizo Rusia durante el terror rojo, desde el final de la revolución del año 1917 a últimos del año 1925.
    En este tiempo fueron fusilados:
    • 25 obispos, 1.215 eclesiásticos, 6.375 maestros, 8.800 médicos, 60.000 soldados,
    • 10.000 agentes de policía, 48.000 policías, 19.850 funcionarios,
    • 344.250 intelectuales, 813.000 campesinos, 192.000 obreros, 54.850 oficiales
    • El número total fue, pues, de 1.760.565 fusilamientos.
    Haciendo un promedio, resulta que cada año fusilaron a 283.510 ciudadanos.
    Es decir, cada día durante seis años, fusilaron 777 ciudadanos. Cada hora, durante seis años, día y noche, fusilaron a 32 ciudadanos. Cada dos minutos, durante seis años, día y noche, sin interrupción, sin descanso, fusilaron a un ciudadano. Esta es la ejecutoria del Comunismo. Esta es la ejecutoria que querían para ellos los que constituyeron con las izquierdas burguesas el frente popular. Lo repiten en los mítines, y lo ha escrito “El Socialista”:
    "ESTAMOS DECIDIDOS A HACER EN ESPAÑA  
    LO MISMO QUE SE HA HECHO EN RUSIA"

    TESTIGOS DE LA FE - SEGUNDA PARTE

    “Estamos decididos a hacer en España, lo mismo que se ha hecho en Rusia”.


    Recuerdan nuestros lectores que la página "Testigos de la Fe - Primera Parte" terminaba con esas palabras entrecomilladas, y publicadas por el periódico "El Socialista" de aquella época. Basta recurrir a cualquier Hemeroteca para encontrar colecciones del citado periódico, y escritos del mismo estilo.


    Ateísmo militante:

    En Rusia durante setenta años se persiguió a la Religión, estaba prohibido hablar de Dios, se había impuesto por decreto el ateismo, era la Ciudad sin Dios. En España se infiltró el virus venido de la Unión Soviética, y quisieron imitar el estilo de aquel falso “Paraíso” del que el conocido Che Guevara dijo que “era un camelo”. En nuestras escuelas, los niños eran obligados a entrar en clase diciendo puño en alto: “No hay Dios”, y el profesor contestaba, “nunca lo hubo”. Todo lo que olía a Dios o a la Religión era perseguido y destruido. Los nombres de pueblos con título de santos eran cambiados por nombres soviéticos, así San Fulgencio se llamaba “UKRANIA DEL SEGURA”. El grito de “¡Viva Rusia!” era el preferido por muchos ciudadanos en lugar de vitorear a España.

    Unas cifras de España:

    De este modo, durante la II República, se fraguó el odio a Dios y a la Religión, en una nación de tanta raigambre religiosa y cristiana.

    Así el año 1934, durante la revolución de Asturias fueron asesinados 34 sacerdotes, y del año 1936 al 1939, fueron muertos despiadadamente 12 obispos, 4.184 sacerdotes diocesanos, 2.367 religiosos, 283 religiosas y 43 seminaristas. Total: 6.923.

    La cantidad de fieles laicos, de católicos ejemplares de todas las profesiones que fueron vilmente masacrados, supera a la de los sacerdotes y consagrados.
    Nosotros, de nuestra Diócesis en una primera lista, hemos elegido para la beatificación, a 54 sacerdotes y 17 fieles laicos entre los que se encuentra un seminarista de 21 años.

    Todos ellos fueron perseguidos y “asesinados por ODIO A LA FE”, como recordaba el historiador y periodista Dr. Don Cesar Vidal en su artículo en el periódico “La Razón” del 9 de julio de 2003.

    Unos testimonios:

    El historiador español Don Salvador de Madariaga escribió: “Los revolucionarios llevaban meses ensañándose con la Iglesia y sus sacerdotes. Nadie que tenga a la vez buena fe y buena información, puede negar los horrores de la persecución”.

    El periódico francés L´Illustration de 5 de febrero de 1938 publicaba: “Su carácter antirreligioso es precisamente lo que desencadenó un vandalismo destructor contra esas obras de arte. Las degradaciones, mutilaciones, profanaciones no son debidas a ninguna acción de guerra... Los vándalos no han obrado por un inconsciente y brusco frenesí. Han recibido órdenes de los comités”.

    H. Thomas escribió: “Posiblemente en ninguna época de la historia de Europa y del mundo, se ha manifestado un odio tan apasionado contra la religión y cuanto con ella se encuentra relacionado”.

    “La persecución de la Iglesia Católica, escribió G. Payne, fue la mayor jamás vista en Europa occidental, incluso en los momentos más duros de la Revolución francesa”.

    G. Jackson escribe: “Los primeros tres meses de la guerra fueron el periodo de máximo terror en la zona republicana. Las pasiones republicanas estaban en su cenit. Los sacerdotes fueron las principales víctimas del gangsterismo puro”.

    ¿Por qué...?

    Una ambición internacional, una filosofía, una doctrina social equivocada predicada por agentes extranjeros, engañaron a las masas españolas, lanzando a personas sencillas a una lucha que creían de éxito seguro y definitivo. Da profunda pena pensar que hombres de buen corazón en tiempos de normalidad, se transformaron en auténticas fieras para sus vecinos, parientes y antiguos amigos. Mucho e intenso veneno les debieron inocular, para sufrir el cambio tan radical que les llevó a perder respeto a lo más sagrado y a renegar de todo el patrimonio de fe y sanas costumbres heredadas de las familias, en el ambiente de pueblos sanos y sencillos.

    Lejos de nosotros dar juicios drásticos sobre actuaciones de los perseguidores y asesinos, sólo Dios sabe la verdad. Nosotros en esta sucesión de relatos, iremos dando a conocer los hechos y circunstancias de la muerte violenta de nuestros heroicos cristianos, teniendo por seguro de que en el cielo, verdugos y víctimas, en muchos casos, estarán unidos en la alabanza a Dios que sabe y puede sacar bienes de los aparentes males de esta tierra.

    Han pasado más de 70 años.

    Rogamos que los lectores que observen inexactitudes en el relato de la historia de cada mártir (teniendo en cuenta que no podemos ser exhaustivos), o que conozcan detalles no declarados en nuestra publicación, tengan la bondad de comunicarnos sus conocimientos y correcciones, con la seguridad de que serán tenidos en cuenta. Vaya por delante nuestra gratitud.

    SIERVO DE DIOS JOSE MIRALLES AYALA



    Nacido en Novelda,  fueron sus padres José Miralles Abad y Josefa Ayala Hernández. Desde edad muy temprana manifestó su inclinación al sacerdocio, siendo sus aficiones favoritas construir artísticos altarcitos o ayudar a Misa cuando apenas podía cambiar el misal, por su pequeña estatura y limitadas fuerzas.

    A los 11 años ingresó como alumno interno en el Seminario de San Miguel, de Orihuela, captándose el afecto de profesores y condiscípulos. Su aplicación (sobresaliente en todas las asignaturas), iba unida a su innata bondad y disciplina.

    Prendados los profesores de sus cualidades y finalizados los cuatro primeros cursos, fue enviado a Roma para que continuara sus estudios en el Pontificio Colegio Español de San José y Universidad Gregoriana, doctorándose tras brillantes ejercicios en Filosofía, Teología y Derecho Canónico.

    El 21 de marzo de 1931, recibió la Ordenación Sacerdotal de manos del Emmo. Cardenal Rafael Merry del Val, Secretario de Estado del Papa San Pío X. Días más tarde, en la Capilla del Pontificio Colegio Español, sobre el sepulcro del Papa San Aniceto, cantó su Primera Misa, con alegría y consuelo de sus padres presentes en el acto.

    Tras su regreso a España, cumplidos sus deberes militares, el Prelado D. Javier Irastorza, admirado de su formación y talento, le nombró Cura-Arcipreste de la Parroquia de San Pedro de Novelda. Y aquí comenzó el calvario de nuestro jovencísimo sacerdote.

    Por una parte, se encontró ante dificultades sociales y políticas agravadas desde 1931, con la supresión de la enseñanza religiosa y actos públicos del culto (procesiones), privación de ayuda económica, etc. Por otra, la Regencia de la Parroquia de San Pedro de Novelda, con sus veinte sacerdotes incardinados y multitud de problemas pastorales, requería una experiencia de la que el novel sacerdote, a pesar de su ciencia y buena voluntad, carecía. A pesar de ello, afrontó y resolvió no pocos problemas.

    Su bautismo de fuego fue el problema de la Entrada y Procesión de la Santa, suprimidas o dificultadas por el alcalde. El cura se desplazó a la capital, se entrevistó con el gobernador y consiguió autorización para dichas celebraciones.

    Un poeta anónimo versificó lo sucedido:

    Hubo en esta población
    una grande algarabía,
    pues el alcalde quería
    prohibir dicha Procesión.

    Ante semejante «orden»
    nadie podrá desmentir,
    que era, en vez de prevenir,
    crear un serio desorden.

    Nuestro buen cura salió
    para nuestra capital,
    y al gobernador, leal,
    el caso, pues, le contó.

    Sublime mentalidad
    fue la del cura Miralles,
    y la Santa, por las calles,
    paseó por la ciudad.

    La entrada se celebró.
    ¿No se había de celebrar...?
    Y en la Iglesia y en su Altar
    su regio puesto ocupó.

    La Ley Constitucional amparaba al sacerdote.

    Como era muy experto en la Legislación Social, en no pocas ocasiones, operarios, cuyos derechos laborales no eran respetados, acudieron al Sr. Miralles, quien les asesoraba debidamente y acompañaba ante los correspondientes organismos, consiguiendo con asombro que se les hiciera justicia. Dichas gestiones le acarrearon dificultades en ciertas alturas.

    Fundó en la parroquia la Acción Católica.

    Trasladado por el Sr. Obispo a Orihuela, fue nombrado Coadjutor de la Parroquia de Santa Justa, más como su vocación no era la parroquia fue desligado de ella para aceptar importantes cargos en el ámbito Diocesano. Fue Vice-Director de la Acción Católica Diocesana, Director del Secretariado de instrucción Religiosa, Oficial Archivero de la Curia, Profesor del Seminario y V. Administrador del Acervo Pío Diocesano.

    En unión de algunos sacerdotes, delegados por sus prelados, recorrió varias naciones para el estudio de sus medios apostólicos y realidades sociales. Al regreso fueron recibidos por S.S. Pío XI, quien le otorgó la facultad de impartir la bendición Papal en algunas ocasiones. Tal era el afecto que le profesaba.

    Tras el 18 de julio, fue detenido y llevado a la Curia Diocesana para que entregara los documentos y bienes eclesiásticos. El Sr. Miralles exigió la presencia del Notario, levantándose acta de lo entregado; y conservando copia de la misma. Sus enemigos no le perdonaron, encarcelándole posteriormente durante varios meses en el Colegio de Jesús y María convertido en cárcel (1).

    Tras una aparente y efímera libertad, el 22 de octubre de 1936 un numeroso grupo le esperaba ante la casa de una familia de Novelda, donde estaba refugiado.

    Al encontrarse ante ellos, con una entereza y valentía admirables, les declaró ser hijo de obreros cuyos derechos decían defender, presentándose como sacerdote al que ellos buscaban, y dispuesto al martirio que le abriría las puertas del Cielo.

    Los verdugos, haciéndole subir a un carruaje, le condujeron por la carretera de Alicante a una cuneta entre Albatera y Crevillente, siendo vilmente asesinado (2). Su cadáver, inhumado en el cementerio de Crevillente, fue más tarde trasladado al de Novelda donde reposa. Temporalmente ocupó la cripta junto a la Cruz de los Caídos.

    Gracias a sus acertadas gestiones el acta notarial, providencialmente conservada, sirvió de base para recuperar en su día los valores sustraídos. El que fue Rector del Seminario de Roma, y posteriormente Obispo de Barbastro, D. Jaime Flores, recordaba siempre con gran cariño a su inolvidable y perfecto seminarista, D. José Miralles. ¡Descanse en paz!

    (1) El tristemente célebre “Pincelito” autor de tantos asesinatos de sacerdotes, decía: “Solo me duele haber matado a un Cura de la Mancebería” (Don José).

    (2) Decía asimismo otro de sus verdugos: “No creo en los santos, pero si hay uno es él”.

    SIERVO DE DIOS SILVINO PRATS SEMPERE



    Vicario de la Parroquia de Castalla


    Don Silvino nació el 3 de enero de 1899 en Onil, Diócesis de Valencia y Provincia de Alicante.

    Fue bautizado el 4 de enero de 1899 en la parroquia de Santiago Apóstol de Onil y Confirmado el 6 de octubre de 1900 en la parroquia de Onil.

    Hijo legítimo de Silvino Prats Payá y de Silvia Sempere Mira. Tenía 37 años en la fecha del asesinato.

    Cursó los estudios eclesiásticos en el Seminario de Valencia, y recibió en la misma ciudad el Orden Sacerdotal el 24 de junio de 1928.

    Fue nombrado coadjutor de Castalla el día 1 de julio de 1928. Realizó un apostolado constante y eficaz entre los niños y jóvenes de esa parroquia. Era modesto y tenía muchas virtudes sacerdotales.

    Cuando fue detenido, aún era considerado coadjutor de Castalla.

    El día 8 de marzo de 1936, con ocasión de un movimiento popular en Castalla, para celebrar el resultado de las elecciones del 16 de febrero, se le detuvo y encarceló 24 horas, y luego trasladado a Alicante acusado ante el gobernador civil, como enemigo de dos obreros. Dicha autoridad le obligó a salir de la provincia. Fijó su residencia en Valencia, y de acuerdo con el Señor Arzobispo, fue agregado a la Parroquia de San Nicolás hasta el 22 de julio de 1936 en que se trasladó al pueblo de Agres. Al día siguiente de su llegada a Agres, fueron detenidos los dueños de la masía (Don José Payá Alonso de Medina y el hijo Miguel) en donde buscaba refugio; pensó regresar a Valencia, pero en el trayecto de la masía a la estación de ferrocarril, fue denunciado como sacerdote por una mujer, ante dos milicianos que lo condujeron detenido ante el Comité revolucionario de dicho pueblo. El Comité de Agres, pidió información telefónicamente al de Castalla, requiriendo éste la entrega del sacerdote a través del Comité de Alcoy.

    Encarcelado en Castalla el 24 de julio, por ruegos de su madre se lo entregaron al Comité de Onil, que lo encarceló. Pocos días después enfermó y por dictamen médico, el Comité accedió a que saliera de la prisión y residiera en el domicilio de un pariente que era miembro destacado del Comité, que a su vez, lo entregó a los milicianos de la localidad la noche del 29 de septiembre.

    A las tres de la mañana del día 29 de septiembre de 1836, llamaron al domicilio del aludido pariente cuatro milicianos pidiendo que Don Silvino Prats les acompañara para realizar unas diligencias ante el Comité, que no hicieron. Luego, obligado a subir en un coche y acompañado de cinco milicianos, enfilaron la carretera de Alicante, se apearon en el kilómetro 15 entre la Venta de Tibi y la de Llémena. En este lugar, y junto a un pino fue obligado el sacerdote a levantar los brazos y comenzaron a dispararle a las manos y pies primero, después contra distintas partes del cuerpo, dejando a salvo el corazón y la cabeza. Su ficha en el Archivo Nacional, Causa General, habla de más de cien tiros de pistola, otros informes dicen que fue "cosido a tiros". Quisieron entrenarse con él para futuros martirios. En todo este tiempo fue objeto de toda clase de malos tratos y sufrimientos, burlas y chacotas.

    La agonía fue lenta. Sus palabras fueron ruegos despreciados, para que no le mataran. Es cierto que dijo: "Non mateu, tots soms germans" (no me matéis, que todos somos hermanos). Se mantuvo firme en la fe, rechazando en todo momento apostatar.

    El cadáver, de primeras, fue llevado al cementerio de Tibi, y después, acabada la guerra, el 5 de noviembre de 1939 fue inhumado con otros 18 cadáveres en el panteón de los Caídos de Onil. 

    El 22 de diciembre de 2002, fueron trasladados a la Parroquia de Santiago Apóstol e inhumados en una hornacina abierta en la capilla del "Senyor Robat".

    "Cosido a tiros, todavía con la sangre caliente, caído de rodillas y con las manos juntas, quiso la providencia del Señor que pasara ante él mi madre. En los minutos en que paró el autobús en el que viajaba, estremecida de dolor al reconocerlo, le ofreció a Dios el próximo hijo "para que ocupara el lugar de Don Silvino y no se acabaran los sacerdotes". Ese "próximo hijo" es el sacerdote que escribe estas líneas. Mi vocación y mi ministerio están marcados por la sangre y martirio del Siervo de Dios Silvino". (Don José Antº Berenguer Cerdá, sacerdote de nuestra Diócesis)