Hijo de padres cristianos y modestos, vino al mundo el 1875, y, secundando el divino llamamiento en condición de alumno externo, estudió los cursos de Latín y Humanidad en el Seminario Diocesano de S. Miguel, en donde, como interno, prosiguió luego los estudios de Filosofía y Teología, al fin de los cuales recibió el grado de Licenciado en el Metropolitano de Valencia; y poco después fue nombrado profesor de éste en la Purísima Concepción, donde desempeñó satisfactoriamente sucesivas cátedras de Latín y Filosofía.
En 1910 el Gobierno de S. M. le nombró Arcipreste de la Catedral de Plasencia y, después de algunos años, lo trasladó a la Maestrescolanía de Sigüenza y, finalmente, el año 1916 al Arcedianato de Orihuela.
El señor Cavero, durante su Vicaría Capitular, lo nombró Administrador del Acervo Pío Diocesano, cargo que con rectitud e inflexibilidad matemática ha desempeñado hasta su muerte, ocurrida en las mismas circunstancias que la de los dos anteriores.
Confiaba mucho en sus familiares, muchos de los cuales real o aparentemente militaban en el sector izquierdista; pero unos y otros lo abandonaron en la hora del peligro, habiendo exclamado, lleno de extrañeza, al oír a los forajidos pronunciar su nombre: “¿Yo también?”
Esta es la piedad republicana o, mejor dicho, este es el odio republicano a los sacerdotes, que no perdona ni a los suyos.
(Del Folleto de 61 páginas “Héroes de la Fe”, escrito recién terminada la guerra española, por el M. I. Sr. Dr. Don Joaquín Espinosa Cayuelas, Rector del Seminario Diocesano, que también padeció persecución y prisión).
En 1910 el Gobierno de S. M. le nombró Arcipreste de la Catedral de Plasencia y, después de algunos años, lo trasladó a la Maestrescolanía de Sigüenza y, finalmente, el año 1916 al Arcedianato de Orihuela.
El señor Cavero, durante su Vicaría Capitular, lo nombró Administrador del Acervo Pío Diocesano, cargo que con rectitud e inflexibilidad matemática ha desempeñado hasta su muerte, ocurrida en las mismas circunstancias que la de los dos anteriores.
Confiaba mucho en sus familiares, muchos de los cuales real o aparentemente militaban en el sector izquierdista; pero unos y otros lo abandonaron en la hora del peligro, habiendo exclamado, lleno de extrañeza, al oír a los forajidos pronunciar su nombre: “¿Yo también?”
Esta es la piedad republicana o, mejor dicho, este es el odio republicano a los sacerdotes, que no perdona ni a los suyos.
(Del Folleto de 61 páginas “Héroes de la Fe”, escrito recién terminada la guerra española, por el M. I. Sr. Dr. Don Joaquín Espinosa Cayuelas, Rector del Seminario Diocesano, que también padeció persecución y prisión).