Natural de Novelda, nació en 1910, cursó los estudios eclesiásticos en el Seminario de San Miguel con bastante aprovechamiento.
Durante la carrera fue el modelo del estudiante vivaracho y hasta revoltoso en algunas ocasiones; pero de excelente corazón, en el cual germinaban las semillas de una gracia abundante que en su día habían de dar copioso fruto.
Ordenado, en efecto, de sacerdote el año 1933, inmediatamente se dio todo a trabajar por la gloria de Dios y salud de las almas, repartiendo al mismo tiempo sus pocos recursos a favor de los necesitados. Nada de extraño, pues, que se constatara la general estima de todos los pueblos donde ejerciera su apostólico ministerio: Rebalso, La Marquesa, Montesinos, San Miguel de Salinas y San Roque de Novelda colmaron de bendiciones al señor Gómez en su tránsito por ellos.
Cuando fue incendiada la iglesia del penúltimo de los mencionados pueblos, se refugió en Novelda al lado de su familia; la noche del 14 de diciembre del fatídico 1936 fue sacado de su casa por los marxistas, que lo asesinaron en el término de Elda, en cuyo cementerio fue sepultado hasta el 22 de noviembre del 39, en que fue trasladado al de Novelda.
Su padre, don José Gómez Hernández, refiere episodios edificantes de los últimos días de su hijo; primero, el haber rechazado enérgicamente la propuesta que le hizo en noviembre Luis Torregrosa Samper, de que renunciara a la religión católica con pretexto de ser falsa; segundo, el haber anunciado el 4 del mismo mes, siendo las siete de la tarde, que quedarían pocos sacerdotes; y a las siete y treinta se presentaron en su domicilio Francisco Crespo Manchón y Luis González Gil, naturales y vecinos de Novelda, para que José María los acompañase al Frente Popular con la desacreditada excusa de haber de prestar cierta declaración, prometiendo que antes de quince minutos estaría de regreso en casa.
Salió para el Frente Popular y en la misma esquina de la calle lo subieron a un coche acompañado de cinco individuos que lo atormentaron hasta llegar al chalet de “Manolo”, cerca de Elda, donde lo asesinaron los mismos cinco rojos.
Ellos declararon que se colocó en medio de la carretera, gritando: “Viva Cristo Rey”, por seis veces repetido. Descargáronle seis tiros en la cabeza y uno de gracia por el chófer “Tomata”.
(Del Folleto de 61 páginas “Héroes de la Fe”, escrito recién terminada la guerra española, por el M. I. Sr. Don Joaquín Espinosa Cayuelas, Rector del Seminario Diocesano, que también padeció persecución y prisión).
Durante la carrera fue el modelo del estudiante vivaracho y hasta revoltoso en algunas ocasiones; pero de excelente corazón, en el cual germinaban las semillas de una gracia abundante que en su día habían de dar copioso fruto.
Ordenado, en efecto, de sacerdote el año 1933, inmediatamente se dio todo a trabajar por la gloria de Dios y salud de las almas, repartiendo al mismo tiempo sus pocos recursos a favor de los necesitados. Nada de extraño, pues, que se constatara la general estima de todos los pueblos donde ejerciera su apostólico ministerio: Rebalso, La Marquesa, Montesinos, San Miguel de Salinas y San Roque de Novelda colmaron de bendiciones al señor Gómez en su tránsito por ellos.
Cuando fue incendiada la iglesia del penúltimo de los mencionados pueblos, se refugió en Novelda al lado de su familia; la noche del 14 de diciembre del fatídico 1936 fue sacado de su casa por los marxistas, que lo asesinaron en el término de Elda, en cuyo cementerio fue sepultado hasta el 22 de noviembre del 39, en que fue trasladado al de Novelda.
Su padre, don José Gómez Hernández, refiere episodios edificantes de los últimos días de su hijo; primero, el haber rechazado enérgicamente la propuesta que le hizo en noviembre Luis Torregrosa Samper, de que renunciara a la religión católica con pretexto de ser falsa; segundo, el haber anunciado el 4 del mismo mes, siendo las siete de la tarde, que quedarían pocos sacerdotes; y a las siete y treinta se presentaron en su domicilio Francisco Crespo Manchón y Luis González Gil, naturales y vecinos de Novelda, para que José María los acompañase al Frente Popular con la desacreditada excusa de haber de prestar cierta declaración, prometiendo que antes de quince minutos estaría de regreso en casa.
Salió para el Frente Popular y en la misma esquina de la calle lo subieron a un coche acompañado de cinco individuos que lo atormentaron hasta llegar al chalet de “Manolo”, cerca de Elda, donde lo asesinaron los mismos cinco rojos.
Ellos declararon que se colocó en medio de la carretera, gritando: “Viva Cristo Rey”, por seis veces repetido. Descargáronle seis tiros en la cabeza y uno de gracia por el chófer “Tomata”.
(Del Folleto de 61 páginas “Héroes de la Fe”, escrito recién terminada la guerra española, por el M. I. Sr. Don Joaquín Espinosa Cayuelas, Rector del Seminario Diocesano, que también padeció persecución y prisión).