SD VICENTE BLANCO MARTÍNEZ


SD D. Vicente Blanco Martínez
Arcipreste de la Catedral
«Hermano, ya no nos veremos más»

Fueron las últimas palabras de don Vicente, al hermano que le visitaba en la cárcel todas las semanas, mientras estuvo vivo en ella.

Había nacido en Torrevieja el dos de mayo y bautizado el cinco, en la parroquia de la Inmaculada Concepción. 

A sus padres, Vicente y M.ª Dolores, buenos católicos, Dios les concedió una prole numerosa, de la que el sacerdote era el primogénito. 

Dueños de una flota de cinco barcos de pesca, según nos cuentan, sufrieron la pérdida de los mismos debido a una insalvable tempestad que  los hudió todos, pero como sucede con los hombres de vocación marinera, sin arredrarse, volvieron de nuevo a empezar consiguiendo así sacar adelante a la familia. 

Se admitió a Vicente como alumno del Seminario de San Miguel de Orihuela, con el privilegio de realizar los estudios de latín y humanidades en su propio pueblo.

Los de Filosofía y Teología los hizo en el Seminario de la Inmaculada Concepción en calidad de interno.

Posteriormente pasó al Seminario Metropolitano y universitario de Valencia, en donde consiguió la licenciatura en Derecho Canónico y «tanta estima mereció por parte de superiores y profesores, que fue nombrado Auxiliar de algunas cátedras, desempeñando su cometido con dignidad ».  

La ordenación sacerdotal le fue conferida en junio de 1899. «Su primer cargo le llevó como coadjutor a la Parroquia de Hondón de las Nieves, y allí, en sus tiempos libres, profundizaba en los estudios consiguiendo vastos conocimientos y generales simpatías. 

Siendo Vicario Capitular el inolvidable don Andrés Díe, volvió a su Seminario como profesor de latín y humanidades, en cuyo desempeño puso una vez más de relieve las excelentes facultades de que estaba dotado» (Mons. Espinosa).  

El año 1910, el Gobierno de Su Majestad lo propuso para una Canonjía simple en la Catedral de Orihuela, que disfrutó hasta 1922, en que el mismo Gobierno lo presentó para Arcipreste de dicha Catedral.

Pronto murieron sus padres y tuvo que hacerse cargo de sus hermanos que eran muy pequeños. «El amor a su familia —comenta Mons. Espinosa— no tuvo límites en él, sacrificándose constantemente por procurar a sus numerosos hermanos medios de vida, teniendo en cambio el desconsuelo de ver morir a cinco de ellos en temprana edad, víctimas de terrible enfermedad». 

Los que le conocieron, nos hablan de su labor como predicador actuando con frecuencia en la ciudad de Orihuela y en muchos púlpitos de la Diócesis. A todos contagió de su amor y entusiasmo a la Santísima Virgen. 

Cuando más ilusiones concebía don Vicente para el porvenir, esperando contra toda esperanza, llegó el 18 de julio, y siendo uno de los sacerdotes más cualificados y conocidos de Orihuela, pronto lo detuvieron y encerraron en el Colegio de Jesús María, la cárcel preventiva. 

Con él estaban varios sacerdotes y el Señor Administrador Apostólico. 

Dejemos hablar a la sobrina M.ª Dolores: «Mi padre y hermano suyo, de nombre Francisco, que lo quería como si fuera su padre, lo visitó muchas veces, le daba noticias y le hablaba de la hermana que vivía con él. La última vez que fue verle, le dijo: “¡Hermano, ya no nos veremos más!”, y metiendo la mano en el bolsillo entregó a mi padre una virgencita de plata que llevaba, diciéndole que la guardase». A la semana siguiente, fue mi padre y ya no estaba.  

El 30 de noviembre de 1936, a media noche, con la excusa de llevarlos a Alicante para declarar, llegados al cementerio de Elche, como es sabido por relatos anteriores, mataron a los diez sacerdotes frente a la tapia norte del cementerio. 

Hoy se conservan sus reliquias en el panteón de los Canónigos del cementerio de Orihuela. 

Exhumados el 8 de octubre de 2004, apareció su cuerpo entero y momificado, con destrucción de su cráneo debido a impactos de bala. 

Presentada en Roma la documentación exigida, ya admitida y valorada, esperamos la noticia de su beatificación.