SIERVO DE DIOS LUIS PARRA BOTÍ



En esta ciudad el año 1882, vino al mundo el señor Parra, hijo de humilde y piadoso carpintero, virtudes que trascendieron a toda su numerosa familia.

Sirviendo de sacristán en la Iglesia de San Sebastián, siguió la carrera eclesiástica en el Seminario de San Miguel de Orihuela con tan buen comportamiento moral como escaso lucimiento literario.

Ordenado sacerdote en 1907 fue nombrado Capellán de la Iglesia de las Salesas, cargo que desempeñó durante varios años con discreción y bonísima voluntad.

Ante la escasez de medios de vida con que luchaba, se trasladó temporalmente a la próxima Diócesis de Cartagena, siendo en ella designado Rector de S. Joaquín de Cieza y más tarde del Salvador de Yecla. En una y otra parte se condujo como buen operario de la viña del Señor, dejando en ambas grato recuerdo de su labor.

Reintegrado a esta diócesis el año 1925, se le confirió el Curato de Jacarilla, en aquellos tiempos en que el señor Marqués de Cubas y Señor de la misma la dotó, entre otras mejoras, de una hermosa iglesia parroquial de perfecto estilo gótico, que los rojos amantes del arte y de la cultura han saqueado. La gestión realizada por el Señor Parra en el nuevo campo de operaciones fue meritísima, conquistando generales simpatías de parte de los jacarilleros, tan difíciles de contentar como propensos a exaltaciones populares, hasta el punto que queriendo el Rvdmo. Prelado promoverlo a otros cargos, sus feligreses siempre se opusieron. Y nada de extraño. Era Don Luis sacerdote ejemplar, de buena presentación física, discreto en sus palabras, celoso del cumplimiento del sagrado ministerio y buen predicador: sus palabras estaban dotadas de claridad y de unción.

Al explotar la revolución, se refugió en esta ciudad natal, esperando en ella, al menos, justicia.

Las autoridades de este su pueblo natal se portaron con él como despiadada madrastra, deteniéndolo, encarcelándolo, y, finalmente, asesinándolo en las inmediaciones del cementerio de Crevillente, de donde con honrosa pompa fúnebre fueron sus restos trasladados a este cementerio el 9 de junio de 1939.


(Del Folleto de 61 páginas “Héroes de la Fe”, escrito recién terminada la guerra española, por el M. I. Sr. Don Joaquín Espinosa Cayuelas, Rector del Seminario Diocesano, que también padeció persecución y prisión).